El día que llegamos a Tucumán, para ir desde la facultad al supermercado mas cercano al hostel, nos tomamos un taxi. Resulta que en Tucumán los taxis son baratos, entonces uno se convierte en una especie de vieja paqueta de recoleta y se los toma hasta para ir de una a otra esquina de la misma manzana.
Le preguntamos si había algo para hacer a la noche. Era lunes y, con bastante honestidad, nos dijo que no había nada. Pero no dejó de darnos un preciado consejo para el resto de nuestra estadía:
"Lo que tienen que hacer ustedes, es conseguirse unas chichilas que les cocinen. Se consiguen dos, y después las comparten... [nosotros eramos tres] a menos que sean celosos."
No pudimos dejar de pensar en el orden de prioridades con lo que respectaba a conseguir chichilas: primero, que te cocinen, después, si tenés ganas, que hagan de lo otro.
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